- - Que me pongo,
que me pongo! – Dice Marta en voz alta, revolviendo su armario una y otra vez
sin éxito. No encontraba nada que realmente la convenciera.
Esa era la primera noche que iba a salir de
fiesta siendo novia de Juanjo y tenía que estar espectacular.
Rebusca
en su armario una vez más y se queda pensativa. Acababa de encontrar la
solución de todos sus problemas.
Coge el
móbil y marca un número.
Elsa
tenía la ropa preparada encima de la cama y acababa de salir de la ducha. Se
estaba secando con la mano las gotas que resvalaban por su mejilla cuando la
distrae la melodía de llamada de su móbil. Mira la pantalla sonrie y pulsa la
tecla verde.
- - Hola Marta! –
Dice Elsa sentandose en el sillón
- - Elsa Elsa me
tienes que ayudar! Me puedes dejar algo de ropa para esta noche? No encuentro
nada que realmente me guste en mi armario, y tu ropa ya sabes que me encanta –
Dice Marta al otro lado de la linea con voz de pena.
- - Eres de lo
que no hay pequeña Marta – Dice Elsa entre risas – Te propongo algo mejor. Yo
te dejo algo de ropa para esta noche, si tu te traes el pijama y te quedas a
dormir en mi casa.
- - Uau! Ves como
eres la mejor amiga del mundo mundial? Claro que acepto. Pues en un suspiro
estoy allí. Ahora te veo rubia, te quierooooooo! – Dice Marta llena de eufória.
Elsa era la mejor. Las noches juntas eran lo mejor.
Coge su
pijama y lo mete en la mochila. Se viste con un chandal y se despide de sus
padres que no han puesto ningún impedimento en que su hija pase la noche con su
mejor amiga. Le tenían mucho cariño a Elsa ya que la habían visto crecer al
lado de Marta.
Elsa
acaba de vestirse. Va hacia el cuarto de baño donde se peina y se seca un poco
el pelo. Lo tiene demasiado liso. Piensa. Coge la plancha y se hace algunos
tirabuzones. Se echa el flequillo hacia atrás
y unas gotas de su colonia favorita en el cuello y las muñecas.
Vuelve a
su habitación y se maquilla más que nunca. Esa noche tenía que ser inolvidable
y para que fuera inolvidable ella tenía que estar inolvidable.
Se abre la puerta de su
habitación y entra Marta con sus peculiares pintas de no haberse arreglado
todavia.
- - Qué pivón! –
Dice Marta al ver a Elsa con un gesto de sorpresa en su rostro divertido
- - Vístete anda
que llegaremos tarde! – Dice Elsa poniendose un poco de brillo de labios.
Marta abre el armario de su amiga y después de
mirarlo durante unos segundos opta por escoger un vestido blanco y unos tacones
marrones. Se viste mientras Elsa recoge un poco su habitación.
- - Me apuesto lo
que quieras a que esta noche te ligas a media discoteca – Dice Marta acabandose
de maquillar.
- - Eres una
exagerada! Pero si cae alguno.. No le voy a decir que no – Dice Elsa que mira a
su amiga con cara pícara y después se echa a reir.
- - Esa es mi
niña! – Dice Marta que ya estaba lista y la abraza.
Las dos
juntas se miran al espejo. La chica del pelo rubio llevaba una falda alta de
tubo negra y una camiseta blanca de tirantes ceñida al cuerpo y metida por
dentro. Esos ojos verdes pintados de negro intenso y unos tacones del mismo
color atados al tobillo la hacían a un más sexy de lo habitual, mientras que su
amiga había optado por ese vestido blanco que tanto le gustaba y que le quedaba
genial.
Eran guapas
y sabían sacarse partido. Ponen morritos mirandose la una a la otra por el
reflejo del espejo, cogen sus respectivos bolsos y salen a la calle.
Cinco
minutos más tarde ya se encontraban en la plaza donde habían quedado con las
demás. Habían llegado a las once y media justas.
Cris,
María y Mónica ya estaban allí y al verlas aparecer empiezan a aplaudir. No se
podían creer que hubieran llegado puntuales.
Elsa y
Marta se rien y ayudan a las chicas a hacer las mezclas con el alcohol y a
repartirlas en botellas de plástico a partes iguales.
Pronto
llegan Irene y Elena y deciden inagurar esa noche brindando con sus botellas
por esa fiesta, por Juanjo y Marta y por las vacaciones de Elsa.
Un par
de tragos más y el alcohol empezaba a hacer efecto. No dejaban de reirse, de
bailar y de recordar historias divertidas que años atrás habían vivido juntas.
Una hora
más tarde ya no quedaba alcohol en sus botellas y empiezan a caminar rumbo a “The
Luxe“ una de las discotecas más conocidas de Sarrià, la zona de Barcelona donde
vivian.
Al
llegar, encuentran a los chicos de su grupo en la acera de enfrente de la
puerta. Iban todos igual o peor que ellas.
Saludos,
risas, abrazos, besos y todos para dentro.
El
ambiente estaba más animado de lo habitual. Se notaba que habían empezado las
vacaciones.
Elsa
necesitaba beber más. Iba bebida, pero le apetecía un tequila. “¡Me lo merezco,
y que coño, me apetece!” Piensa la chica acercandose a la barra.
- - Ponme un
tequila porfavor – Dice Elsa sosteniendose a la barra.
- - Que sean dos –
Dice un chico apoyandose a su lado
Elsa lo
mira. “¡Dios, que guapo!” Tenía una mirada penetrante y una sonrisa
espectacular. ¿Por qué le resultaba familiar? Si lo huviera visto en cualquier
otra ocasión se habría acordado de él. Una cara así no se olvida fácilmente.
- - Te conozco? –
Dice porfin Elsa examinandolo con la mirada.
- - Puede que si,
puede que no – Dice el chico mirandola con una sonrisa cautivadora.
- - Bueno pues
entonces dime tu nombre, y te digo si es el sí, o es el no – Dice Elsa que no
podía dejar de mirarlo. Definitivamente iba más borracha de lo que pensaba.
- - Me llamo
Sergio, encantado de nuevo Elsa – Dice el chico que se acerca a ella, la coge
de la cintura y le da dos besos.
- ¿Y
encima sabía su nombre? Aparte de guapísimo era muy misterioso. Le gustaba pero
seguía sin saber de que la conocía.
Les
sirven los tequilas. Sergio paga las dos consumiciones, se echa sal en una mano
y levanta su baso de chupito. Elsa hace lo mismo, brindan y se lo beben de un
sorbo.
Caras
amargas y gusto final del limón.
- - Pues lo
siento mucho Sergio, pero no creo conocerte. – Dice Elsa mareada. No le había sentado
bien ese trago que se acababa de tomar.
- - ¿En serio que
no te acuerdas ni un poquito de mi, “Ratita presumida”? – Dice Sergio mirandola
fijamente a los ojos. Seguía igual de guapa que cuando tenía dos años. La había
visto un par de veces más por el barrio y la había reconocido al vuelo. Él
había cambiado mucho más que ella, y era de esperar que no le reconociera.
Al oir
ese peculiar mote a Elsa le vienen infinidad de recuerdos a la cabeza.
Preescolar, el chico de las galletas, su disfraz de ratita presumida, y Sergio,
su Sergio. ¿Cómo no lo había reconocido? La respuesta era clara, había cambiado
mucho, se había convertido en un chico de diecisiete años ya que tenía un año
más que ella y físicamente era el chico perfecto.
Quizá fue
ese tequila que no debió haberse tomado, la mezcla de sentimientos que habían
despertado en su interior o lo mucho que le había gustado Sergio desde que lo
vió por primera vez esa noche, pero sin pensarselo dos veces, Elsa se abalanza
contra el y busca su boca.
El chico
la sostiene por las caderas y le corresponde el beso que si no se lo huviera
dado ella, se lo huviera acabado dando él.
Y así,
apoyados en la barra de aquella discoteca, Elsa y Sergio recuerdan su infancia
e imaginan todo lo que aún está por llegar.
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